miércoles, 5 de septiembre de 2012

No es lo mismo, es desigual

A veces puede parecernos que usar una u otra palabra para definir una realidad da un poco igual, y así poco a poco los términos habituales en un momento son sustituidos por otros que parecen lo mismo, pero no lo son, y sin darnos cuenta cn este cambio se modifica también nuestra propia visión y concepción del mundo.

Un ejemplo en este sentido es el que recoge Didier Fassin  en su artículo "La patetización del mundo". Ahí van algunas líneas:

"En la última década, en Francia, la palabra desigualdades desapareció prácticamente del léxico político y científico. Fue reemplazada por el término exclusión. Simultáneamente, los pobres se convirtieron en "excluidos". Este cambio de vocabulario no es anecdótico. Por lo contrario, es revelador de una nueva representación del espacio social, de una nueva topografía simbólica de la sociedad, que no concierne únicamente al contexto francés, como he intentado mostrarlo en otro artículo, a través de una comparación con Estados Unidos y América Latina (1996b). El sociólogo francés Alain Touraine (1992) afirma, por ejemplo, que hemos pasado de una sociedad organizada verticalmente, basada en una jerarquía que daba lugar a desigualdades, a una sociedad estructurada horizontalmente, con un adentro, compuesto de los integrados, y un afuera, reuniendo los excluidos. 

(...)

De la misma forma en que el surgimiento de la cuestión social a finales del siglo XVIII implicó una política de la piedad, la aparición de una nueva cuestión social al final del siglo XX supondría una política del sufrimiento. La exclusión, como representación del espacio social, y el sufrimiento, como representación de la condición humana, se corresponden hoy, como se correspondían anteriormente la pobreza y la piedad. Este cambio debe entenderse, por supuesto, más como una inflexión progresiva que como una transformación radical. El discurso sobre los pobres y la ideología humanitaria clásica no desaparecen totalmente. Al revés, la lógica de la exclusión y del sufrimiento no se impone completamente. Hay sectores de resistencia a estas representaciones del mundo social. Sin embargo, la inflexión es marcada, rápida y decisiva. 

Cómo se traduce dicha inflexión? Primero, y eso tiene mucho que ver con el proceso de globalización, la política del sufrimiento se define dentro del paradigma del Estado democrático-capitalista del cual Giorgio Agamben efectúa la antropología (1995). No hay discusión del paradigma, sino adaptación para que los efectos sobre los más vulnerables sean un poco menos duros. Se puede hablar de arreglos internos que implican mínimas correcciones. Eso significa que ahora se considera que casi no es posible luchar contra las desigualdades, sino únicamente contra sus consecuencias más visibles. Cada vez se aceptan más los procesos de flexibilización, es decir de precarización y de reducción del empleo. Se pretende luchar contra las desigualdades de ingresos a través del impuesto, pero la redistribución casi no las afecta. Segundo, dentro de este paradigma, el margen de acción de los agentes locales es muy restringido, lo que causa una fuerte frustración como lo muestra Pierre Bourdieu (1993). La trabajadora social se encuentra desarmada frente a una familia con padres desempleados y amenazas de expulsión de su casa por no pagar el arriendo. El educador callejero no dispone de soluciones eficaces para un joven que sale de la escuela sin diploma, sin perspectiva de empleo, que toma alcohol o drogas. El salubrista sólo puede aconsejar a la madre de unos niños intoxicados por el plomo de la pintura de las viejas viviendas cortarles las uñas para evitar que raspen las paredes. En cuanto al médico, se limita habitualmente a formular medicinas ansiolíticas para aliviar síntomas provocados por estas situaciones. Para los políticos, ya sean alcaldes o ministros, la situación es insoportable. Enfrentados a problemas socioeconómicos crecientes que tienen consecuencias deletéreas sobre la vida cotidiana de los ciudadanos, ellos no pueden permanecer inactivos.

(...)

Más que considerar a los pobres como víctimas de situaciones de dominación, de explotación y discriminación (cuando eran de origen extranjero), se les percibe como seres sufrientes a los cuales se debe escuchar y reconocer como humanos para restaurar su dignidad, no pudiendo proponerles un mejoramiento de sus condiciones objetivas de existencia."

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