domingo, 7 de abril de 2013

Ampliar las miradas

Apareció hace unos días en Diagonal una interesante entrevista a Ramón Grofoguel, de la que dejó acá un fragmento que hace un llamamiento muy necesario para no perder la perspectiva ahora que las urgencias y amenazas nos pueden hacer encerrarnos en nuestra realidad más cercana:

En medio de estas fuerzas globalizadoras y de las lógicas de la economía mundial capitalista, actualmente existen algunas luchas políticas que están proponiendo la creación de nuevos conceptos, es decir, de nuevas formas de nombrarse, ¿cómo se articula la lucha para pensar otros mundos posibles desde la mirada decolonial?

El problema es que la cartografía de poder del mundo está atravesada por lo que [Frantz] Fanon llama la división entre los afortunados y los condenados de la tierra que divide el mundo entre zonas del ser y zonas del no ser. La mayor parte en ese sistema-mundo está en la zona del no ser, son sujetos cuya humanidad no es reconocida como tal, hay una minoría del mundo que está en la zona del ser cuya humanidad es reconocida. En la zona del ser hay opresión, hay conflictos pero no se vive opresión racial, se vive privilegio racial. Como diría Boaventura de Sousa Santos, la manera en que se gestionan los conflictos en esa zona son por métodos de regulación y emancipación, es decir, de reconocimientos de códigos de derechos, laborales, derechos de la mujer, derechos humanos, etc. y reconocimiento de discursos emancipatorios como igualdad, libertad, autonomía, etc. El conflicto se vive de manera diferente en esa zona en la que se vive privilegio racial. Ahí las identidades, conocimientos, espiritualidades, formas de ser y vivir, son privilegiadas o consideradas como superiores de otras formas de vivir, de ser, de estar, de pensar, de rezar, etc. que son inferiorizadas. En la zona del no ser, el sistema utiliza la violencia y la desposesión para administrar y gestionar los conflictos. No puedes entender lo que se vive en la zona del no ser con las teorías críticas que se producen desde la zona del ser y viceversa.


Esa propuesta de deconstruir las identidades, de no luchar desde identidades, etc. tiene sentido solamente para los oprimidos en la zona del ser. Ahí el anti-esencialismo radical y la desestabilización de identidades es un método decolonial en la medida de que las identidades se han exagerado como superiores. Pero extrapolar esto en la zona del no ser se convierte en un método colonial porque en la zona del no ser se trata de identidades, de epistemologías, de espiritualidades, de formas de ser y de existir que han sido inferiorizadas, invisibilizadas, destruidas. En la medida en que apliques una perspectiva anti-identitaria radical no le permites a esos pueblos reconstruir sus formas de pensar, ser y vivir. En la zona del no ser se viven todas las opresiones interseccionales que vive la gente en la zona del ser, con la excepción de que se vive opresión racial y por esto todas las opresiones son agravadas. Mientras que al otro lado, esas opresiones se viven aminoradas por el privilegio racial.

¿Podrías afirmar que el movimiento indignado del Estado español tendría que poner la colonialidad del poder en el centro del debate de la discusión política?

Sí, para descolonizarse y no convertirse en otro movimiento de izquierda blanca eurocéntrico. Tendrían que hacer un movimiento que dé cuenta al mismo tiempo no solamente de su propia opresión sino de cómo los privilegios que se han vivido históricamente aquí han sido a costa del resto del mundo. Tendría que plantearse reivindicaciones que den cuenta no solamente de sus propios problemas sociales como sujetos oprimidos arriba de la línea de lo humano, sino también plantearse el reto acerca de cómo romper con esa colonialidad del poder global que permita entonces abrir la posibilidad de una Europa decolonial en relación al mundo, porque de lo contrario se convierten en vindicaciones que van a beneficiar a una minoría del mundo nuevamente a costa del resto del mundo. Se trata de descolonizar estas demandas. De lo contrario, corren el peligro otra vez de partir desde posiciones de privilegio en el sistema mundo, aunque seas un obrero explotado o marginado por la crisis.

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