miércoles, 15 de mayo de 2013

Frente a la nada

Una última reflexión sobre el 15-M de "Al final de la asamblea", aprovechando el aniversario...


Como en La historia interminable, algo monstruoso continúa su avance en este 2013, algo que se lo está tragando todo, ‘la nada’ que va engullendo de un día para otro las reglas de nuestras vidas laborales, los derechos básicos, el comedor del cole. Lo que antes era normal, la sanidad, la justicia, lo más sencillo, va cambiando o desapareciendo.

Los editoriales de los medios mainstream anuncian hace tiempo un fascismo, un populismo o un estallido que no acaba de llegar.

El escenario social contra el que impacta ‘la nada’ no es inerte: la marea verde, los funcionarios –policías incluidos– desbordando las calles aquel 19J, la enormidad de la marea blanca, las convocatorias en el Con­greso, la plataforma antidesahucios, el 23F, el desbordamiento en las calles de las huelgas generales, los escraches, los miles de microlaboratorios de procomún, colaboración, autogestión, guerrilla mediática y de acción en red… Ecos que encuentran resonancias inesperadas por buena parte del globo, por debajo del radar de las lenguas políticas oficiales y de los medios de masas. Un fantasma que aparece y reaparece a cada paso.

Una serie de eventos de politización que van incluyendo a capas cada vez más extensas de la sociedad y que replican características que acaso sean los signos del tiempo, las que se revelaron aquel 15M y que dejaron suficiente impronta en el imaginario colectivo para convertirse en lugares comunes de la expresividad política y social. Nos referimos a la participación de cualquiera como cualquiera, a la huida de las identidades políticas previas, a la ausencia de liderazgos y de identificaciones fuertes, a la fuga del mapa político tradicional de derechas-izquierdas, a la espontaneidad, a la libre toma de la palabra, al tono alegre, a la noviolencia –a pesar del ahínco desesperado de un régimen en descomposición buscando su reflejo violento–, etc.

Códigos, lógicas y prácticas que se comparten, y replican, desde las que se habla y que definen una fuerte novedad entre nuestras vidas y el viejo mundo tal y como eran las cosas para el discurso político del poder. Donde se veía incumplimiento de deberes por el impago de una hipoteca, ahora vemos un desahucio criminal; donde se veía el fin del chollo de funcionarios, ahora vemos un saqueo de la sanidad, de la justicia y de la educación pública; donde había PP/PSOE, ahora vemos un mundo... Y así un largo etcétera en el que el desquicie de un mundo ordenado en lo-que-hay reacciona histérico ante cualquier gesto de enunciación de un posible 99%.

El mundo que sobreviene en forma de gran expolio social se dice a sí mismo con palabras que hablan de competencia, deuda, cliente, servicios, representantes y eficacia. Un mundo en el que se suspende lo público, se usurpa lo común y se exalta el éxito individual medido en dinero, contra todo pronóstico resulta que no encaja aún con las gentes que se dedican cada día a atender pacientes, alumnos, ancianos, que simplemente realizan su trabajo por el afán de su utilidad, o por la necesidad de vivir en común.

Junto a los hilos o estructuras profundas de nuestra sociedad, que se han ido revelando desde que ‘la nada’ nos asola y que hablan de una sociedad más cohesionada de lo que suponíamos, emerge con intensidad la ansiedad de la mirada al poder ‘de arriba’, al Parlamento, la ansiedad por la búsqueda de soluciones a las urgencias de nuestras supervivencias. Hace falta algo más y se piensa en las elecciones, en lo fáctico.

Entre la dicotomía de esa ansiedad y la vuelta a la vieja política, dispositivos propios del nuevo cerebro político comienzan a pensar como reto el problema del poder de otra manera. Partidos red, mareas y nuevos prototipos enfrentan la forma de evitar volver a dormir, después de que despertáramos.
La guerra entre el fantasma y ‘la nada’, entre la democracia y lo común contra el asalto de la máquina, se libra al margen de las palabras políticas clásicas y por debajo de los viejos radares. Se juega en cada transformación, en cada experimento en común y en lo que osemos imaginar y hacer. El escenario está profundamente abierto.

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