lunes, 6 de octubre de 2014

Las gentes en marcha (II)

Se puede estar más o menos de acuerdo con las reflexiones de Tomás Rodriguez Villasante, pero lo que no se puede negar es que su pensamiento es tremendamente estimulante y necesario en estos momentos. Una constatación personal de esto ha sido la presentación de su últimos libro, Redes de vida desbordantes, en el que espero poder sumergirme en los próximos meses.



Uno de los aspectos más sugerentes de esta presentación es cuando se contrapone al ya manido concepto de "empoderamiento" otros dos términos que explican por si mismos el porque el anterior genera ciertas resistencias y dudas en algunos ámbitos. Por un lado, se habla del Poderío Social, señalando la importancia de la dimensión abiertamente colectiva de estos procesos, y por otro se señala un término sencillamente genial por su potencia expresiva: el Emponderamiento. Porque el reto no es ganar poder en sí mismo, el aumentar las posibilidades de cada uno de hacer y alcanzar objetivos de desarrollo personal o social, sino el promover la capacidad de asumir nuestra responsabilidad frente al mundo en el que vivimos. La ponderación, todo un valor a (re)descubrir y por el que luchar.

Esto me lleva a conectar con los diferentes arreones que venimos dando desde muchos lados en torno a la necesidad de abordar un proceso constituyente en España. Se trata de una propuesta clara y lógica frente a la evidencia de la nula sostenibilidad del régimen actual sobre bases democráticas, coherente con la dinámica de luchas de los últimos años. Y, sin embargo, supone un salto que corre el riesgo de construirse sobre el vacío, atraídos por el canto de sirenas de la utopía por venir, si no prestamos atención a la necesidad de que existan estructuras de lo común que lo pueden sostener de manera efectiva.

En este sentido es muy interesante el diálogo que se estableció con Silvia Federici en uno de los encuentros celebrados con ocasión de su última visita a nuestro país. En él, la autora del imprescindible "Caliban y la bruja" apuntaba, a partir de su experiencia de compromiso en diferentes luchas en los EEUU y otros lugares del mundo, cómo el campo de la institución política y representativa podía terminar entrampando iniciativas surgidas desde bases en principio bastante sólidas. Apunta así a que el objetivo primordial debe ser la la generación de las bases de lo común, de estructuras que nos permitan encontrarnos, compartirnos, construirnos colectivamente, sin quemar esta etapa para entrar en instituciones que considera irreformables, porque fueron creadas como garantes y sostenedoras del sistema actual.



Me parece una reflexión realmente necesaria, la verdad, en estos momentos en los que las cosas van tan rápido y al mismo tiempo tan despacio, en los que dan ganas de pisar el acelerador y aprovechar todas las oportunidades posibles para avanzar. Pero ¿cómo compatibilizar esa prisa con el tiempo necesario para poder vivir de manera real y profunda una (re)construcción colectiva de lo que somos y hacemos juntos? Es fundamental que podamos articular estas dos dimensiones, vivir y hacer, así como discurso y práctica, como razón y emoción. Pero en estos momentos en que hay razones de sobra, en los que vamos articulando discursos potentes y con impacto social importante, como demuestra el ejemplo de Podemos, mientras hay tantas cosas por hacer... ¿Cómo permitirnos al mismo tiempo construir desde la vida compartida, desde lo afectivo, más allá de los sentimientos de rechazo e indignación por lo que no queremos, abriéndonos a la solidaridad piel con piel?

Es cierto que todo esto se viene dando, y de hecho ha sido parte fundamental de lo que ha cambiado en nuestra manera de ser juntxs en los últimos años. Pero en estos tiempos de prisa y urgencias, de sentir la necesidad de cambiarlo todo y ya, me parece que estas prácticas, estos sentires y compartires están en peligro. Y sin ellos, poco de lo que consigamos merecerá la pena. No hay más que asomarse a la historia de los movimientos de lucha de tiempos pasados, más cercanos o lejanos. Su potencia principal provenía de la capacidad de compartir vida y compromiso. Por eso consiguieron avanzar, en cercanía, en solidaridad, desde el trabajo conjunto en la fábrica o desde las relaciones cotidianas de vecindario. Estar juntos, caminar juntos compartiendo las viandas del camino con quien nos toca como compañero de camino. Una dinámica reactivada en apuestas como la de la PAH, y que son buena razón de su potencia y éxito.

En realidad, no se trata, ni más ni menos, que de entregarse a estas redes de vida desbordantes que quiere tratar de sistematizar Villasante.

¿Estamos dispuestos?

No hay comentarios: