viernes, 11 de marzo de 2016

Cárcel hay muchas más que una

Otro de esos libros necesarios para entender la sociedad en la que vivimos y vamos caminando: "Enclaves de riesgo". Acá van algunos párrafos para entender mejor las funciones y problemas del sistema carcelario:

"En la década de 1990 cabe destacar el constante endurecimiento  de  las  penas,  que  tendría  su  concreción  más  paradójica en el Código Penal de 1995, llamado «de la democracia», pero más duro a efectos prácticos que el vigente en los últimos años del franquismo. A pesar de que tanto el ligero descenso de la delincuencia como las medidas introducidas durante la década de 1990 conllevaron que cada vez menos gente entrase en la cárcel, éstas lo hacían por más tiempo, hasta duplicar la media europea de tiempo de estancia en prisión. Frente a la década anterior, que vio cómo aumentaba el número de presos porque se encerraba a más gente cada año, en esta década aumentó el número total por acumulación, al abusarse de la prisión preventiva, no ser muy proclive a permitir cumplimientos de condena en regímenes de semilibertad (o semiencierro) y haber eliminado la redención de penas. La cárcel se volvía más selectiva pero también más severa.

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El rechazo explícito a introducir los medios necesarios para un consumo más salubre de drogas dentro de la cárcel (por ejemplo, jeringuillas esterilizadas y desechables) provocó que más de 2.000 personas muriesen por sida en las cárceles españolas «de la democracia» (pese a la posibilidad de excarcelación por motivos de salud).  Se prefirió no reconocer que había drogas dentro de la cárcel a evitar el contagio de miles de presos.

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 En el sistema penal y en la cárcel operan filtros de clase. No es coincidencia que siempre y en todo lugar, la inmensa mayoría de cualquier población penitenciaria esté compuesta principalmente por quienes tienen poco, por los pobres. No únicamente en un aspecto económico, sino también en otros tipos de recursos tales como educación, familia, prestigio, etc. La cárcel afecta principalmente a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad.

En primer lugar, y partiendo ya de la situación en la que a una persona le han detectado delinquiendo, 8  los recursos con los que cuenta son fundamentales para acabar con condena o no, así como para determinar el tipo de condena. Por ejemplo, disponer de dinero ayuda a contar con abogados que le dedican más tiempo al caso; tener más educación, en general, ayuda a ser más consciente de la situación y buscar más recursos; tener más contactos, familia y gente pendiente hace que se pueda contar, a la vez, con los recursos de esas personas; incluso el grupo de pertenencia condiciona el proceso, como los casos de los gitanos y de los políticos ponen de manifiesto. En fin, cuanto menos recursos se tienen, más probable es acabar en prisión cuando se delinque (y prácticamente todos los miembros de una sociedad delinquen alguna vez).

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La cárcel no surgió como una institución para luchar contra la delincuencia, sino para encerrar a los pobres. El hecho de que las cárceles de hoy sigan llenas de pobres parece apuntar, más que a una voluntad de encierro de los pobres en sí, a que la asociación de la pobreza con la delincuencia permite despolitizar un problema relacionado con la distribución desigual de recursos y la dominación de clases. No obstante, correlación no implica causalidad y no debemos aplanar un
problema sin duda complejo.


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La mera existencia de la cárcel ha de actuar como una instancia disuasoria del delito y para que la idea de ir a la cárcel dé miedo, las condiciones de ésta han de ser malas. Unas condiciones de cumplimiento duras, además, ayudan a calmar el sentimiento de venganza que pueden sentir las víctimas o la sociedad en general y que, de hecho, se convierte en una exigencia a los gobernantes. No obstante, la Constitución le pide a la cárcel que rehabilite, algo que es prácticamente incompatible con la función retributiva, de puro castigo: lo que le exige la función retributiva a la cárcel condiciones duras de castigo que generen sufrimiento) es contrario a lo que le pide la función rehabilitadora (la creación de un espacio terapéutico). A su vez, la libertad de movimiento y el contacto con gente e instituciones de la sociedad, imprescindibles para toda rehabilitación, está enfrentada a la exigencia de que quien esté preso no se escape, tanto para que se cumpla el castigo como para evitar que esa persona delinca mientras está encerrada (incapacitación). A su vez, estos principios se concretan en dinámicas institucionales, en los programas de tratamiento (si los hay) e incluso en la estructuración bipolar de la cárcel, que en el día a día se divide entre seguridad y tratamiento, incluyendo la propia división de trabajadores.

En fin, la lista de combinaciones de funciones y la identificación de contradicciones podría seguir, pero la idea es la misma: la cárcel es una institución compleja a la que se le piden cosas incompatibles. Por eso no tiene mucho sentido plantearse su éxito o fracaso y la pregunta por su función habrá de ser en plural y referida a algo concreto."





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