martes, 7 de junio de 2016

La vida como mercancía

Acabo de terminar de leer el libro de Amaia Pérez Orozco, Subversión feminista de la economía, que plantea de manera muy clara la tensión entre sostenibilidad de la vida y el sistema capitalista, revisando a partir de ahí el papel de los cuidados. Es un libro ilustrativo como pocos, de esos que hay que leer sí o sí para poder dar un paso más a la hora de buscar como construir alternativas en esta sociedad en la que vivimos. Imprescindible. Así que, como en otras ocasiones, iré rescatando algunos pasajes (difícil seleccionar por la gran cantidad de apuntes que aparecen como fundamentales).

"Hay una perversión intrínseca en la lógica de acumulación: lo que debería ser el fin último de la economía (generar bien-estar) es, en el mejor de los casos, un medio para un fin distinto. Una compañía aseguradora ofrece cobertura sanitaria no para que la gente esté sana, sino porque lo que cobra a toda la gente asegurada es más de lo que gasta en la parte de la misma que enferma. En el peor de los casos, sostener vida es un incordio: es más rentable destruirla que generarla o sostenerla, como ocurre con la especulación con alimentos; o también con dimensiones de la vida que se dan a costa de otras, lo que hace que el proceso en su conjunto produzca un balance final más destructivo que regenerador. Este es el caso, por ejemplo, de múltiples proyectos mineros que se dan sobre la destrucción medioambiental, la expulsión (o el exterminio) de poblaciones locales y la explotación laboral en condiciones de gran penuria. Cierto que permiten magros salarios y que lo extraído puede usarse para construir un tendido eléctrico, por ejemplo, pero el balance en conjunto es destructivo. Más aún si sirve para mantener niveles insostenibles de consumo de
aparatos electrónicos. 


Cuando la vida es un medio para un fin distinto, está siempre bajo amenaza; la tensión puede suavizarse a veces (puede ser rentable satisfacer ciertas desesidades de ciertos sujetos) pero antes o después llegará un momento de desencaje, cuando la acumulación se produzca no a través de sostener vida, sino a costa de negarla o destruirla; cuando se desahucian personas para rescatar bancos; cuando se hace desaparecer una especie; cuando el negocio (o incluso la forma de superar una crisis de rentabilidad) es ir a la guerra.

(...)

Aún así, siempre flota la pregunta de si toda vida puede hacerse rentable, o bien, si el capitalismo podría destruir toda vida que no pudiera serlo, con lo que la única que quedara fuese aquella que no entrase en contradicción con el proceso de valorización, sino que formara parte consustancial al mismo. Y es cierto que estamos presenciando un proceso de rentabilización de cada vez más dimensio nes de la vida. En muchos sitios estamos experimentando una mercantilización de la vida íntima en la que cada vez más facetas del bien-estar relacionadas con los afectos, los sentimientos y el cuidado cotidiano de los cuerpos se derivan a los mercados. O, incluso, una mercantilización de la vida en su sentido biológico estricto: los cuerpos, la materia viva que los compone y sus funciones biológicas se convierten en nichos de negocio. Más aún, hay quienes afi rman que la vida se ha puesto a trabajar y que esto es uno de los elementos definitorios de la actual fase del capitalismo: el biocapitalismo."

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